DETALLE OCULTO

Muy pocos deben recordarlo, sobre todo por los magníficos acontecimientos que ocurrieron posteriormente, pero en el partido de la Serie Mundial que definió a los Cachorros de Chicago como campeones del béisbol de Grandes Ligas, en la primera parte del cuarto episodio, sucedió una jugada que fue determinante para el resultado final, cambió el curso de las acciones, el tipo de decisiones de los dirigentes y en los registros estadísticos finales  no se reflejó su realidad.

Aconteció que ese capítulo, con el marcador igualado a una, fue iniciado por los Cachorros con Kris Bryant disparando un sencillo, recibiendo luego Anthony Rizzo un pelotazo de parte del lanzador de los Indios, Corey Kluber, que colocó corredores en la intermedia y la inicial sin outs. En esa situación Ben Zobrist conectó una rolata a los predios del inicialista Mike Napoli, conocido por sus limitaciones defensivas, que abría la posibilidad de realizar una doble matanza por la vía 3-6-3, pero el disparo que este hizo al campo corto Francisco Lindor quien cubría la almohadilla de segunda fue desviado, permitiéndole sacar el out forzado del corredor Rizzo, pero al mismo tiempo sacándolo de equilibrio para devolver con precisión la bola a la inicial y completar la jugada de doble out.

Esto generó que lo que debió ser corredor en la antesala con dos outs,  se convirtiera en corredores en la inicial y la antesala con un out. Vino entonces el globo al centro de Addison Russell, que debió haber sido el out final, el cual permitió por sacrificio la anotación de Bryant y luego vino un batazo de doble mérito de Willson Contreras que remolcó la segunda carrera del episodio.

Cuando se revisa la tarjeta de anotación de ese partido se advierte que la señalada jugada que protagonizó Napoli fue un out forzado (R-3-6), no se puede presumir la doble matanza, pero los hechos presenciados indicaron que por reticencias defensivas de un jugador, no se pudo aprovechar la oportunidad que se presentó. Esa parte intangible de un deporte como el béisbol es la que provoca nivelar con la vivencia el conocimiento de las estadísticas, ambas formas se apoyan y se necesitan.

El caso que presento ocurre constantemente a todos los niveles que se juega este deporte, dada la trascendencia del encuentro que refiero este se dimensionó, pero es un ejemplo notable de dos cosas: una buena defensa vale tanto como una buena ofensiva, el juego se basa, como todos, en anotar y evitar que el rival anote. La otra es que hace valedera la antigua frase que expresa, “las estadísticas son como los bikinis, enseñan mucho, pero no todo”.

ERRORES EN EL TORNEO

La percepción en muchas ocasiones distorsiona la realidad. A pesar de la queja generalizada de que se están cometiendo muchos errores en el actual torneo invernal, la verdad es que se han jugado cincuenta juegos cometiéndose 117 errores, un promedio de 2.34 por juego.  En la campaña anterior ese porcentaje fue similar, ocurrieron 358 faltas defensivas en 150 juegos (2.38).

Lo que quizás provoca esa perspicacia es que la marca de menos errores en una campaña se estableció en 2014-15, cuando apenas se cometieron 289 en 150 juegos, un promedio de 1.93 por encuentro. Se superó la del año anterior de 2.07, que a su vez había prevalecido sobre la de 2007-08 que fue 2.13. Eso quiere decir que en la actualidad se está jugando el mejor béisbol defensivo de la historia, apuntalado obviamente por la mejoría de los terrenos. Esa afirmación se demuestra con el siguiente ejercicio: en los 5,255 juegos efectuados en las series regulares del siglo pasado, entre 1955-56 a 1999-00, se cometieron 15,246 errores, 2.90 por cada encuentro efectuado. A partir de la campaña del 2000-01 a la pasada, ese promedio se redujo a 2.42, un 17% menos de pifias, 5,829 en 2,401 juegos.

En este caso, a través de la estadística correcta es que se puede determinar la realidad de los hechos.

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