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Por años, Jean Henríquez fue un lanzador de ligas campesinas, de torneos provinciales, de campos polvorientos donde no hay radares, ni scouts, ni fama. Solo sueño, fe y un brazo incansable.

Desde esos escenarios, sin gimnasio, sin rutina física, lanzando hasta 300 pitcheos diarios, fue construyendo su propia historia. Una historia que hoy inspira y emociona.

“Es que yo me soñé esto… Yo tengo AHORA una oportunidad con los Orioles. Es Grandes Ligas. Para allá es que yo voy. Yo no soy del montón”, dice con convicción, como quien ya se ve subiendo a un montículo de Grandes Ligas.

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Jean Carlos Henríquez, conocido como “El Endiablado”, es un nativo de San Francisco de Macorís que inició en el béisbol a los 18 años como tercera base, hasta que Eddy Mena lo convenció de que su talento estaba en el brazo.

Fue firmado por los Rays de Tampa Bay en 2014, con un bono de 7,500 dólares, y lanzó en la Dominican Summer League hasta 2016. Pero fue dejado libre. Muchos se habrían rendido. Él no.

Trabajó como cajero y cobrador en un banco durante la pandemia, vivió en San Pedro, Boca Chica y San José de los Llanos, siempre buscando cómo mantener a su familia… y cómo volver al béisbol.

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Lanzaba todos los días. Sin gimnasio, sin estiramientos, sin descanso. Con su motor, se aparecía en cualquier play donde lo necesitaran.

Liga Independiente de Canadá, Liga de Verano, Primaveral, Liga Campesina, Puerto Plata, SFM, Bonao, Baní, Samaná, Isabela. Donde hubiera un uniforme, un bateador y un umpire, ahí estaba él.

“Yo nada más uso la rodilla y la cadera… y le doy adelante”, explica sobre su técnica artesanal, pero eficaz. Su recta ha llegado a marcar entre 97 y 99 millas, con un splitter que rompe voluntades.

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Sus amigos lo bautizaron “El Endiablado” cuando era bateador, por lo duro que le daba a la bola. Ahora, como lanzador, su apodo tiene otro significado: brazo de goma, corazón de hierro, alma de fuego.

Este 2025, su vida dio un giro. En el Draft de Novatos de la Lidom, las Águilas Cibaeñas lo seleccionaron con el pick número 13.

“Yo lloré de emoción… Yo le dije a mi hermano que este año tenía que tirar, aunque sea una entrada en la Lidom”, confesó entre lágrimas.

En Moca,con los Reales de Santiago, lanzó ocho entradas en blanco, ponchó 11 ante los Granjeros y convenció a la gerencia aguilucha de que su historia, su brazo y su fe merecían una oportunidad.

“Esta tiene que ser una victoria que inspire a muchos muchachos. Si mantienen su brazo saludable, pueden cumplir su sueño”, comentó el comentarista Ricardo Rodríguez, quien lo entrevistó en el podcast Abriendo la Pelota, donde también Vian Araujo agregó:

“Todo el que ha pasado por aquí lo conoce. Mateo, Félix José… todos saben quién es”.

Hoy Jean tiene 31 años. No es promesa, es prueba. No es casualidad, es destino ganado a pulso.

Porque como él mismo dice:

“Cuando el mánager me necesita, ahí estoy yo.”

Un brazo de todos los días.

Un soñador de toda la vida.