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El béisbol le ha enseñado a levantarse una y otra vez. Después de meses de incertidumbre y dolor, el torpedero de los Leones del Escogido, Erik González, vuelve al terreno con la serenidad de quien ha vencido más allá del juego: su propia mente.

El nativo de Puerto Plata, de 34 años, terminó la pasada temporada con molestias en una rodilla que pusieron en duda su continuidad.

Hoy, con una sonrisa tranquila y la mirada firme, asegura estar “al cien por ciento” y dispuesto a entregarlo todo por el conjunto escarlata en su duodécima campaña en la Liga Dominicana de Béisbol (LIDOM).

 

 

“La clave de este equipo es la armonía. Cada jugador conoce su rol. Esa complicidad es la que nos hace fuertes y nos puede llevar otra vez a la cima”, resalta.

Con dos Guantes de Oro en su vitrina (2013-14 y 2023-24), un campeonato y una trayectoria de doce temporadas con los Leones, Erik González no solo representa constancia, sino madurez. Ha aprendido que el cuerpo puede fallar, pero la mente y la disciplina son las verdaderas herramientas del regreso.

“Hoy me siento más fuerte que antes. A veces las pruebas llegan para recordarte lo mucho que amas esto”, concluye.

“Fue un proceso lento, sumamente lento”, confiesa González en entrevista con Luis Tomás Rae para Grandes en los Deportes, que se transmite al medio dia por Panorama 96.9 FM

“Muchas veces uno piensa que no va a regresar. Cuando las lesiones son profundas y pasas meses sin jugar, la mente te hace creer que no podrás volver o que sentirás el mismo dolor”.

Durante ese tiempo, su refugio fue el hogar. Estar con su familia en Puerto Plata le permitió despejar la mente, enfocarse en lo importante y aprender, dice, a tener paciencia.

“Me ayudó mucho estar con mi gente. Aprendí muchísimo. Aunque fue lento, fue una de las mejores decisiones que tomé, porque me fortalecí completamente bien”, cuenta el jugador, conocido como “El Mago” por su habilidad defensiva.

Fiel a la disciplina que caracteriza a los grandes atletas, González asumió su rehabilitación como una rutina sagrada.

“Lo tomé como una religión”, explica. “Todos los días hacía lo mismo: fortalecimiento, masajes, hielo, todo. Esa constancia fue la que me devolvió al terreno”.

Su regreso tuvo un paso intermedio en la Liga de Verano, donde militó con los Atléticos de Puerto Plata. Allí, asegura, recuperó el ritmo competitivo.

 

“Me ayudó muchísimo porque no es lo mismo practicar que ver el juego en vivo. En ese momento estaba como a un 80%, pero seguí trabajando y eso me fortaleció”.

Pese a las ofertas que recibió de equipos mexicanos durante la recuperación, González prefirió esperar.

“No sabía que tenía tanta oferta. Me llamaron muchos equipos, pero no quería ir sin estar ready. Si iba, era para jugar de verdad, no a ver qué pasaba”, dice con franqueza.

Hoy su meta está clara: ayudar al Escogido a defender el título conquistado la temporada pasada y mantener la química que ha convertido al club en un grupo unido.

“La clave de este equipo es la armonía. Cada jugador conoce su rol. Esa complicidad es la que nos hace fuertes y nos puede llevar otra vez a la cima”, resalta.

Con dos Guantes de Oro en su vitrina (2013-14 y 2023-24), un campeonato y una trayectoria de doce temporadas con los Leones, Erik González no solo representa constancia, sino madurez.

Ha aprendido que el cuerpo puede fallar, pero la mente y la disciplina son las verdaderas herramientas del regreso.

“Hoy me siento más fuerte que antes. A veces las pruebas llegan para recordarte lo mucho que amas esto”, concluye.