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Por Félix Acosta Núñez

Rectas y Curvas

El Caribe 28 de septiembre de 1956

La primera representación dominicana ha llegado a las Grandes Ligas, en la joven figura del valiosísimo tercer base Osvaldo Virgil, el montecristeño inquieto que en el béisbol amateur se había elevado desde como prospecto valioso del béisbol organizado.

La noticia, aparecida a grandes titulares en la prensa de ayer, debe constituir un motivo de júbilo para todos los dominicanos amantes de nuestro deporte y de nuestras banderas deportivas.

Se sintetiza en la realización del sueño de la fraternidad criolla, que ve allá en la Gran Carpa a su segunda figura predilecta, que, unida al caso de Marrero, ya se encuentra enfundando en el uniforme de los gigantes de Nueva York.

Osvaldo Virgil es un ejemplo de constancia y disposición, dentro de las normas serias y saludables del deportista. Se inició en los deportes en la Liga Hispana del Central Park, de Nueva York.

 En el béisbol se destacó actuando asimismo en las otras celebraciones inter-barrios de dicho populoso barrio. Fue magnífico su desempeño en todas esas jornadas de prueba.

De manera particular se distinguió por su defensa como tercera base, así como por el recio bateo que participó con uno de los equipos de su liga, inmediatamente antes de ser firmado por los scouts de los Gigantes.

Allí puso en evidencia sus especiales cualidades de defensa y su magnífico sentido de responsabilidad, que lo hicieron elevarse por entre los demás hasta alcanzar la posición de los más altos círculos en la lucha de los racializados.

Fue de la Liga Hispana donde uno de los escuchas de los hombres de la Costa de los Gigantes le hizo una invitación que puso en pensamiento a todos sus compañeros de equipo que observaban la realización paulatina de sus sueños.

Y así penetró en el béisbol, en las Ligas Menores, donde se inició por su actuación en las filas de la Liga de El Río Grande del país sureño del mismo nombre.

Actuando en El Río Grande y más tarde en las Ligas de Dallas y Danville, donde su magnífico trabajo al campo y en la ofensiva bastaron para que se le designara como el mejor novato en su primera temporada.

En 1953 actuando en Danville, pero ya finalizando la campaña fue ascendido al Charlotte, donde terminó la temporada, siempre con actuaciones sobresalientes.

Al año siguiente se trasladó a Dallas en la Liga de Texas donde, en el 1955, se coronó con honores al recibir el título de “el mejor novato del año”.

Su extraordinaria labor en el Dallas fue factor influyente para que los Gigantes lo ascendieran en el mismo año a su tropa mayor, donde se ha desempeñado con dignidad y altura.

Los cronistas neoyorquinos lo señalan como líder de su grupo, en medio de cuarteladas que resaltaban sobre todos los demás, entre más de cuatrocientos hombres rivales a la tropa que conduce Eddie Stanky.

Virgil, pues, con sólo 23 años de vida realizó el sueño de todos nosotros, estar en las Grandes Ligas.

Un muchacho que vio la luz en la ciudad de Monte Cristi, que muy niño vino a esta urbe en busca de la realización de sus sueños y que hoy en día constituye un valor seguro para los nuestros, que ansían en cada jornada ver levantarse la enseña tricolor en el firmamento deportivo norteamericano.

Y ahora desde sus días de pelotero clase B, agradece la idea de estar en las Grandes Ligas y de convertirse en el primer representante del deporte dominicano sin disminución de haceres en el juego.

Osvaldo es un digno representante de la juventud dominicana, que ha de elevarse al firmamento de los astros, con el estímulo que siempre nos dará su ejemplo y con la fe en Dios que ha de guiarnos a todos en las luchas de cada día.

Que nuestro saludo de admiración llegue hasta él y que en lo adelante sepa defender los colores de la patria y de nuestros ideales con el mismo entusiasmo con que desde los cuatro vientos, con voces de orgullo y canción de dominicanismo.